Mi hija mayor, de 8 años, y yo jugábamos ajedrez anoche. En pleno movimiento ávido de piezas, mi hija menor, de 2 años y medio, se acercó a mí y dijo “Yo quiero jugar”.
Con una respuesta muy cerca de la realidad pero definitivamente incomprensible para ella, le contesté que por el momento no podríamos jugar con ella.
Cuando hayas cumplido unos 5 años tal vez podremos comenzar a jugar – agregué.
Ella se apartó de mí intempestivamente y corrió hacia su mamá. En el camino le decía en voz alta “¡Mamá, mamá! Hazme un pastel que debo cumplir años para poder jugar ajedrez con papá”.