El día de hoy en mi lugar de trabajo llegaron unos 20 niños que conforman un coro y cantaron villancicos. Todos ellos provienen de hogares en extrema pobreza, y ninguno tenia más de 14 años, ni menos de 5. Me siento culpable porque hoy, de forma vívida, se me ha dado un recuerdo más que bajo este sol o lluvia, estos niños, así como muchos otros, sobreviven un día desconociendo que puede ser el último, y yo no he hecho suficiente para solucionar su problema.
El sentimiento de culpa me llega al saberme con la suficiente capacidad intelectual y física que podría ayudar en forma general el dilema de pobreza en Costa Rica. No tengo una capacidad económica que me lo permita, gracias a Dios. Soy culpable por dedicarme a enriquecerme a costa de la injusticia sobre otras personas y sus hijos. Estos últimos nunca debieron pasar por esta injusticia.
Me siento culpable porque mientras almuerzo le he permitido a nuestros gobernantes y dizque pensadores de Estado hacer lo que quieren, y no lo que deben, mientras otros yacen sin conocer el significado completo de «almorzar». Me siento culpable por dedicar mi vida a lo vanal, por invocar a Dios y hacer donaciones y esfuerzos mínimos en favor de los mas desfavorecidos, por ver noticias y apoyar todo un sistema de hipocrecías ante la realidad que he decidido evitar: hay gente ahí afuera que hoy no saben si podrán comer, o cuándo podrán hacerlo de nuevo.
Me siento culpable por permitir que candidatos presidenciales en 2009 hablen sobre sus proyectos de gobierno, que incluyen mayor seguridad con más policías, y no digan cómo van a evitar que más niños nazcan en hogares donde los fundamentos para el desarrollo humano han sido exterminados. Soy culpable por no pedir soluciones a los auto-proclamados «Estadistas» en este país, en esta región. Culpable por dejarles gastar mi atención y la de los votantes ignorantes, en discursos populistas para el beneficio de los mismos de siempre, los que no necesitan más ayuda.
Oh, Dios! La salida de mi situación no es fácil, pero la necesidad de muchos más es peor. Ayúdame, Señor, a cambiar el paradigma de este pueblo domado y evitar que los niños desconozcan el bien de las oportunidades del mundo, al mismo tiempo que otros, conscientes de estas injusticias, cambian el canal en un televisor y se desgastan coleccionando números en cuentas bancarias. Me da horror pensar que no lo lograré.
Ernesto: Me encantó, la visita de los niños del Oratorio Don Bosco fue una clara oportunidad de acordarnos que existen otras realidades que solo por le hecho de no vivirlas, no podemos ignorar ni hacer nada al respecto.